Avioncitos de papel

Érase una vez una princesa fiel a sus avioncitos de papel
manufacturaba unas hermosas alas con franjas llenas de colores.
Uno a uno iba regalándolos a amigos casi desconocidos,
a amigos de toda la vida, allegados y familiares.
Unos sonreían otros asentían pero nadie parecía entender.
Cientos de aviones repartidos por cada rincón de su planeta.
Uno a uno iba ofreciéndolos a amigos casi desconocidos,
a amigos de toda la vida, allegados y familiares.

Relegaba el tiempo, por seguir armando aéreos
Relegaba el tiempo, coloreándolos.

Un buen día uno de sus amigos se acercó y con gran diligencia le preguntó:
“Perdona, ¿por qué sigues regalándome aeroplanos?
Sabes, creo que deberías probar los de verdad, que tienen motor
y no se caen como los tuyos. No se arrugan y además puedes dirigirlos
allá donde tu quieras. Mira, te agradezco muchísimo tu gesto,
pero este papel doblado sólo me sirve para jugar un rato.”

Relegaba el tiempo, por seguir armando aéreos
Relegaba el tiempo, coloreándolos.

“Quizá tengas razón, pero lo que yo te ofrezco no son aviones.
Cortos e intensos como el vuelo del aéreo, resistentes a cualquier colisión y
sobretodo libres de cualquier atadura durante su trayecto.
Esos son los avioncitos que te ofrezco.”

Son son, son más que aviones. Son son, los sueños que te ofrezco.
Son son, son más que aviones. Son son, anhelos con aspecto.